PARTE I. El vals de los perdidos

Advertencia: este relato contiene elementos que pueden ser perjudiciales para la salud mental, se recomienda discreción.

Julio vive en un pequeño trailer, ubicado en las afueras de Dallas. Mide 1,87 metros de altura, pesa 96 kilogramos y usa jabón con extracto de aloe vera. Su piel blanca resalta los rasgos de su barba tipo Van Dyke (forma de candado). Luce una larga cabellera lisa y una desafiante mirada de ojos café. Aparenta unos 32 años de edad. Trabaja por y para sí mismo. No le gusta compartir. Adora el Heavy Metal de la vieja escuela, casi tanto como a su costosa Harley Davidson último modelo. Julio es el tipo de persona que sacrifica su calidad de vida por el buen gusto; para él, eso es calidad de vida. Vive cada día sin importar qué fuera a suceder el siguiente. Poco se preocupa por los demás. Le encanta salir con su caja de cigarros dentro del bolsillo frontal de su chaqueta de cuero con púas. No tiene muchas amistades. Sus viejos amigos han muerto para él, los nuevos se la pasan recorriendo los estados de Texas, Arizona y en ocasiones California con sus escandalosas motocicletas; y sus "amigas" sólo disfrutan junto a él cuando entierra despiadadamente su miembro dentro de sus cuerpos. Muchos chavales quisieran ser como él en todos los aspectos, pues su ruda y fría actitud refleja bastante felicidad. Ciertamente no es así, y la verdad es que Julio es así porque no tuvo elección. Así es, no tuvo elección. No desde siempre le bastaba un café negro y un cigarro como desayuno. No fue sino hasta cierto momento de su vida, que el sexo casual llenaba el vacío de su jodida existencia. 

Julio no entiende por qué hoy respira, pues no piensa. No piensa, no porque no tenga buena capacidad de hacerlo, sino porque no quiere. No quiere hacerlo, porque llegaría a la misma vieja conclusión una y otra vez. Para él, buscar el sentido de su vida es un propósito meramente vacío y egoísta. Y es que, ni siquiera puede hallar su propósito ideal. Su rumbo se desvaneció ante sus ojos hace años atrás. Su destino ha perdido la importancia que tenía. No hay peor cosa que negar lo que en una vez se confió a la razón, aquello que llenaba de esperanza la vida de alguien que creía, llegaría a ser una especie de Mesías para su tiempo, el salvador de todas las generaciones. Esa ilusión estaba completamente destruida. O no, pues siempre fue lo que es, una simple ilusión, de la cual él ya no era dueño. Sus ideas revolucionarían al mundo y cambiarían la forma de pensar de muchos, para una buena causa. Julio siempre pensó que la humanidad estaba pudriéndose cada día más y, también que él podía lograr algo, tremendamente significante para cambiarlo. Tenía el poder para hacerlo. Sí, vaya que lo tenía. Sólo él sabe cómo lo perdió. Eso es todo, está perdido. Peor aun, resignado. Se encargó de enterrar sus sueños en lo más profundo de sus recuerdos, para no volverlos a compartir con nadie jamás, ni con él mismo. Ahora le basta con saber que unos mueren, otros nacen y muy pocos viven. El no es de los que viven, sino de los que ya han cruzado el portón al más allá. Muerto en vida, como su antiguo videojuego de zombis favorito.

Hoy es el día de los enamorados, y muchas mujeres solteras tiran su anzuelo a ver si algún otro solterón les pica. Lo cierto es que casi nunca pasa esto, a menos que la "presa" sea un cazador de oportunidades, un aprovechador, un rastrero en busca de sexo; características de las que Julio es amo y señor. El sabe muy bien eso, conoce a las mujeres tanto como la palma de su mano, sabe cómo llevarlas a la cama sin darles muchas explicaciones y sin tener que pedírselo. Con frecuencia salía de su trailer las noches que se sentía solo, y jamás volvía a su hogar sin la compañía de una fémina. Aquella noche no fue la excepción. Aparcó su motocicleta al lado de un local recóndito, pero con buena vibra. Era distinto a los que había visitado antes. El ambiente despedía olor a alcohol, marihuana y secreción genital; olores a los que su cuerpo estaba extraordinariamente acostumbrado. Se recostó de la barra y pidió su trago favorito, un Love Junk, trago hecho de licor de melón, licor de piña y jugo de manzana; un gusto bastante peculiar para un tipo tan poco refinado como él. Miró a su alrededor y notó a una chica sentada al otro lado de la barra, bebiendo sola su Martini. Le resultó atractiva, y en el primer cruce de miradas no dudó en acercársele. Era una mujer joven, de piel clara y ojos grises. Lucía un vestido celeste con un boquete ovalado a cada lado de la cintura, mostraba un camino deseable y provocador desde las rodillas hasta los pies. Vestía una bufanda oscura que hacía juego con su cabellera lisa. Julio notó sus dos extraños anillos en cada anular, que le recordaba a sí mismo hace algunos años atrás. Ella gira su taburete hacia la derecha mientras él se acomoda a su lado, adoptando una posición seductora y amenazante.

-Oye, noté que estabas incómoda mientras te veía
-¿Incómoda? ¿A qué te refieres?
-Sabía que te incomodaba tomar tu trago sola en un sitio como este, menos hoy que es el día del amor
-Pues en algo tienes razón, pero hay quienes preferimos estar solos
-No es casualidad que me haya acercado a ti. Si estamos los dos aquí es porque no acabamos de empezar a buscar una buena compañía, lo quiere decir que quizá no tuvimos éxito en todo el día, pero tuvimos la esperanza de conocer a alguien especial hasta tan altas horas de la noche. Puede que el destino haya conspirado para mover sus piezas y arreglar un encuentro especial para nosotros, ¿no crees?-ni drogado creería él las porquerías que salen de su boca, pero lo cierto es que se ha hecho todo un genio de la mentira

Ella sonríe con un ligero toque de picardía

-La verdad me halagas, pero todavía no estoy segura sobre si lo que dices es verdad
-Qué falta de educación la mía. Permíteme presentarme-le dice, extendiendo su robusta mano hacia ella- Soy Julio, un placer

La mujer se deslumbra por su masculinidad y empieza a suavizar su tono al hablar

-El placer es todo mío. Mi nombre es Eliana
-Eliana, ¿puedo preguntarte qué hace una mujer tan bella y elegante en un lugar tan desolado?

Eliana veía a donde quería llegar, que era lo que más le gustaba del asunto. Este hombre le resultaba inevitablemente atractivo, y para ella sus intenciones eran claras.

-Digamos que buscaba un sitio... mejor dicho, alguien que pudiera consolarme-dice ella bajando la mirada
-¿Algún bastardo te ha roto el corazón?-el colmo es que ése es su pasatiempo favorito
-Pues, no exactamente. Resulta que mi padre murió hace un par de semanas y todavía estoy muy conmocionada. Dudo que pueda superarlo, amaba mucho a Fred

Fred. Ese era el nombre de la única persona con vida que le importaba todavía. No ha tenido noticias de él desde hace diez años. Así es, desde el día de la maldición de Julio. El momento en que todo lo que le importaba, desapareció para siempre. Sería demasiada coincidencia que fuese el mismo, además Fred no era tan viejo para tener una hija de esa edad

-No hay mejor remedio que el afecto para ese tipo de dolencia. Yo puedo curarte de todo tu dolor, si así me lo permites
-No quisiera molestarte, pero no tengo a donde ir, más que al hogar de mi tío en donde me tratan como a una piñata. Si tan sólo...
-Calla mujer. Ven conmigo-la toma por la muñeca con firmeza y en seguida la suelta para que ella sola lo siga

Llegaron al trailer en un santiamén. Julio no se había dado cuenta de lo afortunado que era en ese momento, pues fue bajo la intensa luz de su sala, que pudo notar la belleza de Eliana más de cerca... -Qué mujer tan hermosa-piensa para sí- la haré gritar hasta dejarla sin aliento-desenvainando una pícara sonrisa.

-Me encanta tu hogar, es muy acogedor

A él le extraña que alguien pueda decir eso, sobre todo por las pilas de discos amontonados frente a su estéreo, su guitarra y bajo eléctricos conectados a sus respectivos amplificadores, acomodados sobre el sofá, sus pósters de Van Halen y Metallica colgados en cada pared y más aún por su excéntrica ropa regada por doquier. La llevó a su habitación. Allí la situación era completamente diferente, parece como si hubiese sido arreglada días antes. La tenue luz amarillenta entonaba perfectamente con el camino que guiaban unos pétalos de rosa, que a su vez desembocaban sobre la cama en forma de corazón. Velas a los lados de la cama que formaban una silueta encantadora entre las sombras. Julio enciende un pequeño dispositivo que inicia el sonido de una canción de ambiente, apenas audible. Se le acerca lentamente a Eliana y empieza a besarla por el cuello. Ella se dejaba llevar, mientras él la acariciaba con sus manos y poco a poco le sacaba la ropa. El vestido estaba en el piso en un dos por tres. Intentó hacer lo mismo con la chaqueta de él, pero esa ligera extensión de manos bastó para que su inocencia la traicionara. Ahora tenía ambas manos esposadas. 

-¿Qué haces? ¡Suéltame!
-Tranquila, no te haré daño... sólo quiero cumplir una vieja fantasía y hacer esto más interesante

Ella accedió sin peros. Lo miraba fijamente, inmóvil, mientras él ataba su cuerpo a la cama. Piernas abiertas atadas en cada esquina y brazos colgados. El robusto hombre se desvistió y enseguida se dispuso para que su pene rozara y encajara sin piedad entre los delicados labios de Eliana. Luego utilizó sus dedos para masturbarla, y pronto lo hizo con la lengua. Ella despedía gritos ensordecedores y muy excitantes. Pasado su tercer orgasmo, él inició la penetración, recostando su cuerpo sobre el de ella mientras se movía con brusquedad, usando una mano para apretar con fuerza su mentón y otra para hacer lo mismo con un seno. El acto se prolongaba cada vez más. Ya estuvo; el desastre se había dado el gusto de aparecer.
-Maldición-conjuró. Al cabo, todo se oscureció...
Aún tan joven, pequeño Julio... y ya crees estar muerto- susurra una voz relajada dentro su mente- si sabes que algo anda mal contigo, es porque estás consciente del peligro que corres- continua la voz. Comienza a ponerse nervioso -todavía queda una diminuta llama en ti que ilumina tu opaco ser...-, tardó en darse cuenta que estaba alucinando. O no, tal vez era su consciencia que, como en los cuentos de hadas, le hablaba a sí mismo para darle algún consejo útil. Pensó que estaba enloqueciendo. Lo que más le perturbó fue no haberse esperado que las voces dentro de su mente aparecieran en un momento tan inoportuno. Eso le pareció divertido, en cierto modo -sigues confundido, aún sabes que la muerte no se hará cargo de ti... tienes un asunto pendiente y tienes que llevarlo a cabo en ésta, tu última vida como maestro-. Esa última frase retumbó dentro de su mente como el eco de un enorme gong japonés siendo golpeado. 

-¿Quién demonios eres?-, pregunta, sin recibir respuesta-¿crees que puedes revivir el sueño infantil que alguna vez tuve? ¿es eso lo que pretendes?-, continúa, cada vez con mayor furor-Maldito, ni lo intentes... gracias a ti soy tan infeliz y gracias a ti he destruido todo lo que me importaba, porque creía que yo sólo podía salvar al mundo. Qué idiota fui. Lástima que tuve que madurar tan tarde. Así es, he madurado. Ahora soy realista, mucho menos optimista y no me creo ser un superhéroe. Nada puedes hacer, querido ángel guardián, mensajero del infierno, horrible fantasma, ilusa vocecita, quien quiera que seas ¡Suerte la próxima vez que te topes con alguien tan desconectado de la realidad!-, sus venas se marcaban en su rostro mientras pronunciaba estas palabras, a su vez que arremetía violentamente contra el cuerpo de Eliana, quien pudo zafarse de las esposas, cortar las ataduras con prontitud y alejarse para coger su móvil. La poca cordura que caracterizaba al galante hombre se estaba desvaneciendo-no puedes escapar. Es tu destino...-, fue lo último que escuchó antes de soltar una prolongada risa maquiavélica, que logró aterrorizar a Eliana desde el primer segundo. -¡Déjame en paz! ¡Tú quieres verme morir, eso es lo que tú quieres! ¡Maldito sádico!- gritó. La agente especial Eliana Collins había contactado con el departamento de policía de Dallas, cuyos efectivos no tardaron en llegar. Las sirenas perturbaban la paz de la pacífica urbanización, los vecinos se asomaban por las ventanas para atestiguar semejante alboroto, que para ellos era menos común que ver un extraterrestre bajando de su platillo volador. Todo el ruido le produjo a Julio una reacción todavía más brusca, pero al momento en que iba a arremeter su amada guitarra contra el piso, un policía le disparó un dardo justo en el cuello. Dejó caer el instrumento sobre el sofá y nuevamente perdió la consciencia.

Despertó doce horas después de haber recibido el impacto. Su visión tardaba en recuperar la nitidez-¿será que... ya estuvo? ¿ésta es la dichosa tierra prometida de Dios?-, pensó en voz baja. Una eminencia con bata blanca lo observó de cerca y se lo hizo saber a alguien más-ustedes deben ser ángeles, quisiera ver a Dios por favor-, insistió, pero nadie le escuchó. Dejó de alucinar y cayó en cuenta de lo tanto que desearía haber estado muerto en ese instante. Las paredes a su alrededor sintonizaban en una textura suave y acogedora, un poco absurda para su gusto. Quiso pasar la mano por su barba y notó que estaba atado a un camisón de fuerza, tan resistente como incómodo. Una de las eminencias caminó hacia él y le dirigió la palabra.

-Hola señor Hughes, ¿cómo se siente?
-Jodido y muy confundido, ¿en dónde estoy y por qué demonios tengo mis brazos atados al torso?
-Se encuentra usted alojado en la Clínica psiquiátrica Menninger de Houston. Su caso fue presentado durante la mañana de hoy. Le aseguro que contamos con los profesionales y cuidados que usted necesita para mejorar su condición mental
-Así que creen que estoy loco. Y déjame adivinar, éste es el manicomio privado más costoso de todo el estado de Texas y sorprendentemente estoy aquí, sin seguro médico ni gente que me ame tanto como para pagar tan absurda cantidad de dinero por alguien como yo. Y me dicen a mí loco...

El doctor quedó perplejo por la elocuencia de Julio, pues no concordaba con el diagnóstico inicial de su historia clínica. 

-La verdad es, señor Hughes, que todos sus tratamientos en este centro asistencial han sido costeados por entero
-¿Quién ha sido el responsable?
-La responsable, una chica muy elegante y preocupada porque usted se recupere adecuadamente. No recuerdo cómo se apellida
-Eliana-pensó.

-Es tu destino...-, súbitamente se puso de pie y empezó a forcejear contra el camisón. Enseguida el doctor llamó a su equipo para sujetarle, cosa que resultó complicada. Le propició como pudo una cantidad generosa de sedante, que le haría cerrar los ojos por un par de horas más.

Quince años atrás.

"Fue un pensamiento de suma envergadura, punzante entre sus objetivos, sepultados entre sus ganas hacer del mundo un lugar mejor", fueron las últimas palabras pronunciadas en un programa de televisión que hablaba de Hitler, en el canal de historia. -Me sale hasta en la sopa-, se dijo para sus adentros. Aquel hombre temible logró asestar un golpe devastador al rumbo que seguía el mundo hasta ese momento, y por poco no se salió con la suya. 

-¿Es que acaso hay que armar un ejército de asesinos y aniquilar a todo aquel que no crea que la sociedad necesita un cambio?
-A veces hace falta más que una rosa para ganarse la sonrisa de alguien que te gusta, ¿no crees?
-Fred, no me estás entendiendo. Lo que los pueblos necesitan no puede conseguirse con tanto consumismo, menos en una floristería
-¿Qué tiene que ver el consumismo con lo que me estás diciendo?
-Olvídalo. Fred, el punto es que si no hacemos algo pronto, nosotros mismos destruiremos lo que somos. Si no me crees, fíjate en la indiferencia de tanta gente ante la difícil situación que pasan los pueblos independientes más pobres, mueren de hambre y enfermedades que deberían no existir. La deficiencia de los sistemas gubernamentales para organizar ayuda comunitaria es cada vez peor. Digo, que como el dinero es la única salida aparente a todos los problemas, somos dependientes de su uso y cada vez la corrupción crea más delincuentes que desfalcan el esfuerzo, traducido como dinero, de quienes lo consiguen materializar. No es cuestión de que haya algunos con buenas intenciones, sino que hay muchos que no quieren tenerlas. El problema es la actitud. Una persona que pide limosna se aprovecha de un corazón magnánimo para comer, pero nunca se sabe si esa mísera persona no posee frivolidad entre sus fines. No puedes confiar completamente en quien te rodea, a menos que sepas que el otro daría la vida por protegerte ¿A qué hemos llegado con tanta historia escrita con sangre y adornada con terror?
-Deja de darle vueltas al asunto, ¿quieres? Ya me tienes mareado. Termina tu almuerzo y salgamos de una vez
Una espléndida mañana de invierno, Julio despierta por primera vez, notando que la pared en frente de él tenía un propósito, uno que ya había cumplido sin haber hecho nada al respecto. Era como si el propósito de esa pared ya estuviese escrito, sin haberse cumplido todavía. Todo era más simple. La vida tenía un nuevo significado. Las formas estáticas que pudo apreciar esa mañana le ayudaron a comprender que cada cosa sigue su curso, afectando sólo a su propósito de existencia. Es decir, cada cosa tenía un sentido, algo que hacer en el mundo, pero ese hecho no modifica al sentido de las demás cosas, es más, no tiene por qué hacerlo. Si cada cosa resulta hacer su parte, todo en el universo fluirá en armonía para que todo funcione como tiene que ser, y no será necesario que una sola y pequeña cosa quiera cambiar el rumbo de todo lo que no parece ir bien. En realidad, todo va bien. Incluso el mal va bien. Pues, la ausencia del bien hace notar cuán necesario es para coexistir y aprender de las experiencias y de otros. El mal es bueno. Todo tenía sentido. El cambio sólo es factible cuando el curso de una cosa afecta a la otra, produciendo una reacción en cadena. Mientras más grande es la cadena, más significativo será el cambio. Pero, ¿qué pasa si una de las cosas quiere saltar toda esa larga cadena y propiciar una salida mejor para los problemas en todo el cosmos? Julio era pues, esa pequeña cosa, o eso quería creer que era; y esa duda fue la que le incentivó a continuar en su exploración de nuevas ideas para crear un cambio definitivo, que marcaría el inicio de una nueva era para la raza humana.

A sus 18 años no había tenido todavía un verdadero romance. Otros decían que era demasiado joven para eso, es decir hay mucha gente mayor de 30 años que ni siquiera ha salido del mundo del sexo y el vacío emocional. El sentía algo diferente. Sabía que podía sentir ese sentimiento de una forma inexplicable, como si fuese todo un experto en divorcios. Este tema era de vital importancia para su autoestima y su fluida coexistencia con el resto de los mortales. Consumido por sus consecuentes fracasos, nunca quiso darse por vencido. Pudo haber caído mil veces, pero ni en el jamás de los jamases mostraría su bandera blanca. Su lema favorito era "nunca rendirse", del cual se dejaba llevar como excusa para disfrutar de la vida. O quizá era demasiado orgulloso. El hecho es que su enorme ímpetu lo caracterizaba por destacar entre sus semejantes. Julio era un soñador, un iluso e intenso entre sus pasiones. Allí está la gran pregunta, ¿qué podía apasionar a un chico de aspecto tan melancólico? Lo que disfrutaba profundamente y lo que creía que no podía tener; la música, la lectura, explorar otras culturas y por supuesto, el amor.

-Julio, ¿te has visto a aquella chica de lentes?
-Pues sí Fred, la verdad no me parece interesante
-¡Anda pero que te has hecho exigente! Desde que terminaste con esa noviecita de pacotilla no has querido involucrarte emocionalmente con nadie. Y tanto te cuesta darme un gesto de aprobación, como para afirmar que sí es linda. Me dejas frío...
-No es eso... muy bien sabes que nunca llegué a tener un romance. Además, sí me parece bonita, sólo que no me parece interesante, pues no la conozco ni le noto la chispa que tanto me encanta
-¿Quieres que me aparezca con la mujer maravilla y te diga, ¡eh Julio, mira a quien traigo para ti!? Ja ja ja tú necesitas relajarte, entrar por otro camino al asunto
-Ja ja, quizá tengas razón. Yo quisiera ser como tú y no tener que darle importancia a esos palurdos sentimientos. Así podría tener la chica que se me antoje sin involucrarme sentimentalmente, así disfrutaría mucho más de la vida
-¿No quieres darme un hijo también? Ja ja... Pero qué cosas dices enano... ¡Mírate! Apenas tienes 18 años y ya te estás matando por conocer a alguien especial? Eso no es así de fácil. Además no tienes idea de lo que dices. Tengo muchas chicas a mi alrededor, es verdad, pero no es menos cierto que eso sólo me hunde más en la depresión y no me deja apreciar los pequeños momentos que me regala la vida, esos que sólo llegan con el verdadero amor... pero qué más da, me estoy poniendo muy cursi ya. Pásame un cigarrillo y termina tu cerveza, que tenemos que estar en casa de Mandie antes de las 8.
-Cómo te admiro, grandísimo bastardo...
-Púdrete hasta el amanecer...

Risas. Estos insultos reflejan tanto el cariño como la confianza que se tienen mutuamente.

Así que desde el principio, todos aceptamos jugar el juego del destino. Las reglas son bien conocidas. Su orden es controlado por alguien más fuerte, un ente superior, capaz de dirigir a los participantes hacia su punto de llegada, armando cada casilla como un encuentro necesario en el gran tablero de la vida. Cada encuentro es requisito para completar el juego exitosamente. Pero, ¿qué pasa si quienes participan no son realmente quienes hacen sus jugadas? ¿Qué ocurriría si realmente no fueran ellos los participantes, sino las diminutas fichas de un juego sin fin ni sentido? Si esto fuera cierto, el sentido de la vida podría alterarse bruscamente para él. No tenía por qué preocuparse por saber el significado de todo lo que le parecía desconocido, pero él elegía hacerlo porque sentía la responsabilidad de descubrirlo y enseñarlo a otros.

-Basta ya...
-Ataca con todo lo que tengas, mi esperanza será tu fin

...


Luis Miguel

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