El bardo y el rico


Londres, 1462

-Lo peor de disfrutar de una fiesta es que habrá más que limpiar al final, ¿no es así Rita?

-Mis disculpas señor, pero usted ni se moleste pensando en el orden y la limpieza de su flamante mansión. Yo me encargaré de dejarla como nueva otra vez

-Si algo tienes tú que otras sirvientas no tienen, es espíritu de trabajo

-Con su permiso mi lord...

Rita se retira. Entra Flavio, futuro heredero del señor John

-Papá, sinceramente estoy harto de recibir tantos regalos, no soporto ya la hipocresía de esos terratenientes que dicen ser amigos tuyos

-Espero que lo digas en broma, esas personas tienen buenas intenciones y les va muy bien en lo que hacen

-Debes ser tú quien bromea, ellos sólo explotan a sus esclavos a cambio de nada. Es más, quiero trabajar lo antes posible...

-Hijo, ¿por qué qué quieres trabajar tan joven?

-Quiero tener dinero papá; irme lejos a un lugar que todavía esté vivo y no muerto como aquí

-¿Dinero? ¡Si eso es lo que nos sobra! Irte a otro lugar para vivir como cerdo sería completamente absurdo

-No lo creo. Y ya no quiero tu cochino dinero. Quiero ganarme la vida en la calle como el pueblo común, que sudan cada centavo con esfuerzo. Ellos son realmente felices, nosotros no.

-De todos los hijos que hay en la tierra, tú Flavio, eres el más indecente de todos. Quién sabe qué habré hecho yo para recibir este trato de mi hijo único ¿Acaso no sabes lo feliz que eres con todos los lujos que me gasto en ti?

-¡Al diablo con tu puto lujo! Iré a Francia a vivir como gente normal. Tú no conoces la felicidad, y creo que nunca lo harás

-¡Tu madre debe estar retorciéndose en la tumba por las barbaridades que dices! Ni se...

Flavio le interrumpe con un golpe a la pared, toma una pequeña bolsa llena de monedas y tira la puerta al marcharse.

Lyon, 1469

Aprendió el francés en sólo cuatro estaciones. Siete largos años han pasado para Flavio. Hoy contempla su vigésimo séptima primavera de vida. Estaba allí todavía con sus crecientes ganas de desahogarse contra los ricos, y su profesión se lo permitía casi abiertamente.

-Despierta, amor, se te hace tarde para ir a trabajar y ya otros ocupan las mejores plazas-trae un par de rosas blancas consigo, se las da a Flavio-, ten querido, feliz cumpleaños-termina su frase dándole un beso en la mejilla-

-Muchas gracias querida, pero mi juventud se desvanece, no es motivo para celebrar las canas que me crecen

(Risas)

-Vamos, deja el drama. Levántate y guarda las rimas para el carnaval veneciano en París

-Mis oídos deben estar...

-Sucios no. Has escuchado bien, nos vamos a París a entretener a los nobles

-Qué curioso. Alguna vez soñé con esto de chico

-Coge tu cítara y estemos listos para cuando llegue nuestro transporte

Una carreta muy elegante con un par de caballos negros los recoge. En unas horas arriban a las afueras parisinas.

La noche arropa a los galos. Flavio afina su instrumento mientras Claire, su novia, limpia el suyo. Practican y entonan su voz antes de la llegada de la realeza a la fiesta. El sitio era muy bien decorado, colorido e iluminado. Malabaristas y pirómanos se adueñaban de la atención.

Flavio sintió el deber de dedicarle a Claire su canción favorita, mientras esperaban por los nobles invitados.

-Un simple y verde camino, camino gris
hace bella una simple y gris, gris morada
Por ser tan gris te has topado con el gris, gris amor
tan rebelde y gris contra el azul, gris amanecer

Si esa es tu gris forma de amar, gris amor
que sea ese el mejor de todos, gris y no azul
porque el gris no es negro ni blanco, sino gris
y grises para mí son tus caricias, tus risas y tus labios

-Es tu cumpleaños y tu regalo hace que el mío parezca un chiste ¡Te amo Flavio!

-No es así... Hoy será un día especial gracias a que tú estás junto a mi

Ha llegado la realeza, lista para entretenerse y pasar un buen rato. El rey grita.

-¡Venga, que me quiero divertir! ¡Bardos de pacotilla, haced lo vuestro!

-¡Místico lombardo, desde tus anchas me he curado! 
¡Maldigo a quienes te rodean y a quien lealtad te ha jurado!
Oh grande y piadoso odio, todo pueblo a ti te escucha
Hazte dueño de las almas y derrama la tinta de esta lucha

Creación del rey, destrucción de nuestra gente
Opulencia en el poder y penuria en el ambiente
Divino sea el poder de aquel quien asesinarte pueda
La justicia castiga al que a todo bien enreda...

-¡Flavio! ¿Te has vuelto loco coño?

-La verdad no engaña la vista de nadie, pero tampoco la empaña... ¡Joder, vayan todos a que os den por el culo! ¡Me cago en la nobleza y en vosotros, los manipuladores de primera! ¡Dais asco!

Flavio le arrebata la flauta a Claire y la lanza precipitadamente contra el príncipe, quien responde a tiempo y la esquiva.

Caen, 1474

"Mi celda tiene un ambiente relajado hoy; el resto de los reclusos sigue durmiendo. No estoy ni cerca de cumplir mi condena ni cerca de morir aquí. Qué desgracia. Si fuera más creativo hubiera encontrado una manera de suicidarme. Supongo que mi falta de cabello y mi ojo derecho vacío me hacen tomar en cuenta el hecho de que todo puede salir peor, sólo hace falta imaginarlo. Mi sueño quedó hecho trizas, cortado a la mitad, y yo desamparado. Recuerdo aquel exhausto día que llegué a casa de mi primo en Lyon, embriagado entre mis sueños e inquietos deseos de tener una vida diferente a la que llevaba en Londres. Pensé que Galia llegaría a ser diferente en ese aspecto, aunque resultó que el síndrome dinero-explotación-abuso estaba esparcido por toda Europa. Qué remedio. Al menos en Lyon se come bien, la gente es más educada y respetan más a las personas por lo que son, y no por lo que tienen. Mi padre podrá pasar toda su vida buscándome, de hecho me conoce tan poco que jamás se imaginaría que el hijo de su cuñada vive aquí, aun menos que yo tenga contacto con él. Pobre padre mío, loco por el dinero y ciego en la vida. Más ciego que yo con este parche. Volviendo a mi primera reminiscencia, qué duro fueron los dos primeros años desde aquella fuga de casa. Sólo empezaron a ablandarse aquel divino otoño de 1464, cuando te conocí a ti, amada Claire, una sombría tarde de agosto en la Place des Terraux. Has sido la persona más emblemática para mí; tú eres la antítesis de la personalidad que más detesto. Tu profesión me atrapó y me dio lo que todo este tiempo anduve buscando; expresarme libremente y sentirme vivo en el intento. Aprendí a tocar la cítara entre tus risas quisquillosas cuando me equivocaba, que resultaban adorables al final. Qué hermosa sonrisa. Adoraba quedarme viéndote fijamente, mientras tú hacías lo mismo, y poco a poco nuestras manos se cruzaban en el aire, como por efecto del viento. Empecé a sentir amor por primera vez. Claire, si estás leyendo esto, probablemente no sigo con vida. Quiero que sepas que lo eres todo para mí, y cada día de mi vida me arrepiento de haber pronunciado aquellas palabras, que sentenciaron mi condena para siempre, y me separaron de ti eternamente. Eres lo único que me importa. Espero algún día me perdones." 

-¡Ja! ¿Estás de coña hoy? Todavía no me explico... ergh... como... ergh... escribiste todo esto mientras yo dormía... Esto es pura mierda...ergh...tío... ¿en serio crees que la vas a recuperar así?

-Todavía no entiendo cómo un recluso y borracho como tú puede leer y entender esas palabras, como si alguna vez lo hubieses sentido

-Ergh... ser melancólico y vivir en tanta depresión como lo reflejan estas putrefactas páginas de tu amargado diario...ergh... no te ayudarán a seguir adelante...ergh...precisamente adelante...

-Que te den, Emile

Se acerca un sonido estridente producido por el toqueteo de las armas de los guardias con los barrotes.

-¡A PARARSE YA GUSANOS! ¡HOY ES EL DIA DE LA GRAN CARRERA ANUAL!

Uno de los guardias se acerca a Flavio y le susurra.

-Eh, tú has estado poniéndote en forma estos meses. Más te vale ganar sabandija, el príncipe ha apostado generosas monedas por ti

Los prisioneros se alinean en el campo, seguidamente se oye un disparo. Empiezan a darle la vuelta interna a las instalaciones de la prisión, superando obstáculos y trampas mortíferas. Cien empiezan, diez terminan como mucho. Flavio utiliza su ingenio e intenta escapar por quinta vez del recinto. Se escabulle entre una cerca entreabierta y apalea a un guardia que vigilaba una torreta de seguridad, se pone su uniforme y se tapa las mejillas con el particular casco. Va hacia el puesto de seguridad principal, en donde se guarda la llave principal de la entrada. Logra entrar sin problemas, gracias a que se había fijado en el movimiento de labios de varios guardias cruzando aquella puerta.

El exento bardo consigue la llave y por fin logra salir de prisión. Se aleja lo más rápido posible, aunque caminando a cortos pasos para no levantar sospechas. Estando ya a un par de kilómetros decide recostarse en un banco. Bastaron unos instantes para recordarle que no llevaba su cítara consigo, ni trabajo con que comprar alimento. Sombría tarde de otoño, casi de noche, hambriento, observa una bandada muy poco común de maleantes vestidos con ropas oscuras y armas peculiares yendo en dirección de su poco añorada prisión. En segundos llega otra bandada de los mismos personajes corriendo en la misma dirección. La gente grita, los mercaderes tratan de proteger su mercancía, correteos, robos por doquier. En medio del caos, a Flavio se le ocurre investigar y utiliza su recién adquirida corpulencia para derribar a uno de ellos. Le interroga pausadamente, pero sólo consigue averiguar su procedencia, antes que el bandido lograra zafarse y huir.

-Son irlandeses-se dijo-, pero ¿a qué han venido?

No le gusta la intriga, argumento suficiente para seguirlos sobre un caballo robado. Es la misma ruta que recorrió hace rato. Galopando de vuelta a la prisión, unos 500 metros antes de la entrada, se topa con una figura encapuchada, con un par de sogas a mitad del torso, estuches y bolsillos por doquier. Su caballo rampa justo a tiempo para no arrollarle. El dueño de la silueta oscura pierde el equilibrio y su capucha se zafa de su posición original, mostrando la cara del sujeto. Es una chica, más delicada de lo que aparenta su aspecto. Flavius Evans desmonta el caballo para ayudar a la mujer que acababa de caer; justo antes de eso, ella le mira con desprecio y toma impulso con las piernas para dar una voltereta hacia atrás, apoyándose con los brazos en el piso, recuperando el equilibrio y su tenebrosidad anterior. Ella deja de verlo, vira todo su cuerpo y hecha a correr a grandes zancadas. El no lo piensa dos veces y la persigue. La intrépida mujer se da cuenta de que no está sola y acelera el paso; sube una pared de dos metros y medio en un par de saltos. La condición física de Flavio le concede fuerza, no agilidad. La perdió de vista en ese instante. Quedó bastante intrigado y decidió volver a montar el caballo, siguiendo su camino tras los bandidos irlandeses.

Llega al lugar y presta atención al encontronazo entre guardias y bandidos

-¡ENTREGANOS A EVANS O INCENDIAMOS EL LUGAR!

-¡Llevamos más de 3 horas buscándolo, le repito que ha escapado!

Aparecen las piezas del rompecabezas que tan difícil le había sido armar a Flavius , a quien se le pone la piel de gallina, por dos grandes razones. Primera, asocio el origen de los bandidos con su padre, quien era dueño del 80% de las tierras de producción en Irlanda y era dueño de un numeroso ejército personal. Segunda, ese es su apellido.

Enseguida da la vuelta al caballo y huye a todo galope. Entre los prisioneros alguien le distingue

-¡Allí está! ¡Es aquel jinete que huye como gallina!

No eran bandidos. Hubiese preferido que fuesen asesinos, pero nunca el ejército personal de su despreciado padre, quien finalmente lo había encontrado. Quién sabe lo que hubiera ocurrido si no lograba escapar esa vez. La suerte parecía tambalearse para él, pues como le brinda protección, así también lo acoge con el infortunio de poseer una curiosidad implacable. Ahora todos van tras él.

Cabalgar le ha dado la ventaja, pues ya no puede ver ni a uno de ellos cerca. Amarra a su caballo de un albergue para ponerse a cantar con las pocas energías que le quedaban, y así recibir algunas monedas para alimentarse a sí mismo y a su nuevo amigo. Conservaba algo de talento, sólo debía pulirse más.

Flavio decide volver a París, en donde vio a su amada por última vez. El sentía para sus adentros, que ya se había dado la vida que tanto añoraba. De humilde trabajador, capaz de llorar por alguien y no por dinero. De alguna manera se sentía realizado, pero aún vacío, sin el calor de su querida Claire. No tenía miedo de volver a esa ciudad, sabía que John Evans nunca se imaginaría que su educado hijo fuese tan imprudente y descuidado.

París, 1475

Pudo arreglárselas para comprar una cítara nueva, su característico atuendo y alquilar un puesto cerca de la catedral de Notre-Dame, cerca de una plaza, justo como a él le gustaba.

Una mañana de invierno se despertó con el usual ruido de las personas en torno a la catedral, y se dispuso para ir a trabajar otra vez. Había compuesto un tema dedicado a su padre el día anterior.

Entona sutilmente en su escala preferida, acompañando la letra.

- Sorda vida. Vida querida y añorada, yo que tanto te merezco
Escucha mi versión sobre ti y entérate de cuanto te agradezco
Por haberme traído a una ciudad de tal talante y  pintoresco
Me hace sentir como si aquí siempre estuvo mi verdadero parentesco

Poco sorda vida mía, te presento a mi burdo padre, tan vulnerable
Escucha mi versión sobre ti y cántale a su triste alma deplorable
Sécale su llanto con tu melodía y déjale ver cuán ruin y poco amable
De su actitud, y que la humildes y el cambio es siempre asequible...

Recibe aplausos y monedas con esa actuación. Va a por su almuerzo en su lugar favorito. Termina de comer, voltea a su lado derecho y nota que alguien dejó caer un cuaderno. Se acerca a verlo. No puede creer lo que ve. Es el diario en el que había escrito todo lo que le sucedía en la cárcel, le faltaba la última página. Creyó haber visto al dueño marchándose, aunque no estaba muy lejos. Se acercó a preguntarle en dónde lo había conseguido.

-Disculpe, mademoiselle ¿En dónde ha conse...

Flavio no podía respirar. Creía que le estaba dando un infarto.

-¿Señor, le ocurre algo?

-¡Claire! ¡Eres tú! ¡Claire Julien!

Ella tarda unos instantes en responder.

-Disculpa, yo...

La emoción de Flavio se apoderó de él, abrazando a su novia de cinco años como había imaginado que lo haría si la llegase a ver otra vez. Ella lo abraza también, con algo de recelo.

-¿Qué pasa amor mío? ¿Todavía estás incrédula y no crees que soy yo realmente? ¿Acaso no recuerdas cuando cantábamos juntos en las plazas de Lyon? ¿O es que ya has dejado de quererme?

Claire propicia un grito estruendoso que sorprende a Flavio y lo deja aturdido por unos instantes. El se desespera por aquella reacción y la coge con fuerza, tapándole la boca y arrastrándola contra el peso de su propio cuerpo. La toma por el cabello para controlar sus impulsos agresivos repentinos. Flavio no tenía idea de lo que estaba pasando. Nota que le falta parte de su cabellera dorada por atrás, en forma de círculo, semejante a una mordida. La suelta.

-Claire, cálmate por favor. Dime qué te pasó allí, justo en la parte de atrás de tu cabeza

-Eso ha sido un pequeño golpe, nada más. Por cierto, tu aspecto es muy peculiar, te pareces al tipo que se describía a sí mismo en ese cuaderno, el mismo parche en el mismo ojo es lo que más me da miedo. Puedes quedártelo, ya lo he leído varias veces. No creo que llegue a conseguir a su dueño original.

Flavio sospechaba a dónde iba todo el asunto, aunque no quería admitirlo. Siguen con la conversación hasta un muelle cercano al río Sena.

-Yo soy Flavius Evans... y este es mi diario

El grito que pegó esta vez fue más ruidoso que el anterior. Claire se agita la cabeza con ambas manos, como si fuera a estallarle. Sin ver por donde pisa, cae al río. La corriente la arrastró por unos minutos. Flavio la rescata y le da respiración boca a boca. Ella tose y expulsa el agua. Le ha salvado la vida. Se acerca un anciano y una joven, vestidos igual que aquella mujer a la que vio Flavio mientras cabalgaba tras los irlandeses. Claire abre los ojos, y apenas ve a su pasado novio moviendo los labios, grita otra vez y empieza gotear sangre por atrás de la cabeza.

-¡Sabemos quien eres! Somos ladrones querido Flavio. Ella es de los nuestros. Ni se te ocurra volver a acercártele, o te matamos -dice la joven

-¡Ella no es ninguna ladrona! Desgraciados... ¡¿qué le han hecho?!

La joven se inclina para atender a Claire. El anciano se le acerca y le responde

-Nada hijo. Ella ha venido a nosotros, buscando un sentido a su vida, huyendo de su mundo y haciéndose experta en el nuestro... La razón de sus gritos eres tú.

-¿Cómo voy a ser yo? Maldito viejo, te voy a matar...

Saca un puñal de su abrigo y lo lanza contra la garganta del viejo. La joven hace un movimiento rápido y bloquea el puñal con su daga.

-Te lo diré una vez más...

-Basta Jacqueline, déjame explicarle... Resulta hijo mío, que ese golpe que viste detrás de su cabeza, le hizo perder la memoria, todos los recuerdos que tenía hasta el día del golpe fueron borrados. Es por eso que no puede reconocerte. Sabemos quien eres porque ella se la pasa hablando de ti, gracias a tu diario. Ella realmente no te conoce, ni quiere hacerlo. Los médicos y brujos nos dijeron que si se llegase a encontrar con su pasado otra vez, le traería fuertes dolores de cabeza e incluso una hemorragia. Así que, si la amas tanto como dices y quieres que siga con vida, debes mantenerte alejado de ella y olvidarla para siempre, como ella lo hizo contigo

Al escuchar esto, bañado en lágrimas y decepcionado de la vida, Flavio rompe su cítara contra la madera del muelle. Mira por última vez a Claire y se despide cantando su canción favorita.

-Un simple y verde camino, camino gris
hace bella una simple y gris, gris morada
Por ser tan gris te has topado con el gris, gris amor
tan rebelde y gris contra el azul, gris amanecer

Si esa es tu gris forma de amar, gris amor
que sea ese el mejor de todos, gris y no azul
porque el gris no es negro ni blanco, sino gris
y grises para mí son tus caricias, tus risas y tus labios

-Bendita seas Claire, eres la luz de mi mundo. Por eso te recuerdo, amada mía, que en este mundo no hay luz sin oscuridad...

Se sienta a observar el curso del río mientras los ladrones se marchan. Poco a poco se hace oscuro, y él se prepara para dormir por primera vez, durante toda la eternidad.


Luis Miguel

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